El Universo en su esencia es ondulatorio, ondas de información llenan cada minúsculo espacio; incluso podríamos afirmar que el Universo posee una matriz de naturaleza holográfica que interconecta todo en una magnífica red invisible.

¿Está vacío el átomo? Si nos adentramos en el mundo atómico, constataríamos que el átomo consta de un pequeñísimo núcleo de una enorme densidad, mientras que veríamos a unas increíbles distancias los electrones zumbando a velocidades ingentes (tómese de referencia la analogía de tener una pequeña avellana en el centro de un campo de futbol, donde los electrones girarían, a modo de ondas vibratorias, hacia los asientos de los espectadores). Parece ser que hay un enorme vacío, la nada, la no-materia. Pero, bien sabemos que el mismísimo átomo forma parte de un campo energético e informativo que lo llena absolutamente todo: átomos, partículas subatómicas, células, organismos, estrellas y galaxias. Este campo informativo ha sido bautizado a lo largo de la historia con diferentes nombres, o incluso según el ámbito de referencia, vacío cuántico, éter, campo akásico, campo morfogenético, campo de punto cero, siendo este último la denominación más reciente.

La Teoría del Vacío Cuántico cambia nuestros conceptos acerca del mundo. Rige las relaciones entre la materia y la conciencia y está relacionado con mundos sutiles y una realidad superior; todo ello juega un papel importante en la evolución de la materia y en la comprensión de nuestra existencia. En los primerísimos instantes de vida de nuestro Universo, este vacío primordial dio lugar al nacimiento de las primeras partículas de materia y de luz. Por esta razón se dice que la masa es una estructura condensada de la energía que contiene el vacío en su seno. Es un potencial generador de todo lo observable; es la fuente de origen de todos los campos conocidos: electromagnético, gravitatorio y campos nucleares.

 

 

Desde hace muchos años, los textos místicos nos hablan de un “vacuum”, la Esencia Divina donde permanecen latentes el Espíritu y la Materia. Este “vacuum” autocontiene los gérmenes de la Creación y de Él surgen a la vida la fuerza y la materia, los ladrillos básicos de toda forma y las leyes que gobiernan el comportamiento de todo ente físico/energético.

El vacío cuántico o campo de punto cero constituye un potencial energético infinito y representa un candidato prometedor para una fuente de energía sin límites y sin contaminación: la energía del punto 0, llamada ZPE (zero-point energy). Veremos si en un futuro este aprovechamiento energético pueda estar al alcance de la población y sea un punto de inflexión en la transición energética y ecológica del mundo.

Según las aportaciones de varios científicos – voy a hablar de algunas personas referentes importantes –  en esta matriz informativa estarían presentes unos campos, llamados campos morfogenéticos. El primer científico quién habló de dichos campos fue Alexander Gurwitsch. En 1923, este científico ruso observó que los organismos vivos emiten fotones en el rango ultravioleta de una forma espontánea. Gurwitsch fue profesor de histología y embriología en la Universidad de Moscú. Realizó un experimento con raíces de cebollas en el cual observó ciertos cambios en la frecuencia de división celular cuando se colocaron cerca dos muestras de raíces de cebolla, lo cual le llevaron a sugerir la existencia de una emisión de luz extremadamente tenue por parte de las muestras. En concreto, demostró el aumento del número de células en mitosis cuando las raíces de cebolla estaban expuestas hacia la extremidad de la otra muestra. Como también observó que la emisión tenía lugar a través de un material que dejaba pasar la luz ultravioleta (por ej. cuarzo), pero no por cualquier otro material opaco a dicha frecuencia, llegó a la conclusión de que la luz emitida estaba dentro del rango ultravioleta. De este modo, Gurwitsch fue el precursor de la biofísica de los fotones desarrollada principalmente a partir de la segunda mitad del siglo veinte. Asimismo desarrolló la teoría del campo morfogenético en relación con sus investigaciones. En su honor se fueron realizando conferencias internacionales anuales respecto a los biofotones y sistemas coherentes en Biología, Biofísica y Biotecnología, organizadas por la Universidad de Moscú y por el Instituto Internacional de Biofísica.

Años más tarde, tendríamos las aportaciones del biólogo Rupert Sheldrake, quien propone la existencia de los campos mórficos, campos en forma de una estructura organizativa invisible –plantilla energética-, responsables de la morfogénesis y de la transmisión de hábitos y comportamientos propios de cada especie mediante una resonancia no-local (instantánea, independiente del espacio y del tiempo).

Sheldrake afirma que para el desarrollo morfogenético de los seres vivos es insuficiente el material genético, o sea, el ADN sería el responsable de la formación de la secuencia de aminoácidos que conlleva la formación de proteínas, pero no sería suficiente para programar el desarrollo del organismo entero. Cada especie tiene sus propios campos, los cuales actúan como una especie de memoria colectiva que se transmite de los miembros antecesores así como de miembros de la misma especie a lo largo de la distancia. Esta memoria es acumulativa, cuánto más a menudo se repiten los patrones particulares de actividad, más habituales tienden a ser. Además, Sheldrake comenta que los campos mórficos evolucionan en función de nuevas experiencias. La hipótesis de Sheldrake concuerda de alguna forma con el concepto del inconsciente colectivo de Carl Gustav Jung, a modo de banco de memoria colectiva inherente al Cosmos.

Todo ello me recuerda que en la historia hay casos en que científicos llegan al mismo descubrimiento al mismo tiempo, sin haber tenido ningún tipo de comunicación, o incluso cuando hablamos de inspiración creativa, ya que parece ser que las ideas y pensamientos quedan codificados en este campo.

Pero continuemos con los campos informativos a nivel cuántico. Esta vez en relación con la Teoría de la Genética Ondulatoria del investigador ruso Peter Gariaev.

El doctor Gariaev y su equipo desarrollaron la teoría ondulatoria del genoma, demostrando el carácter vibracional del ADN. Según su teoría, el ADN emite radiación electromagnética extremadamente coherente, constituyendo un sistema de información esencial a lo largo del organismo. La radiación de radiofrecuencia emitida mediante patrones de interferencia (suma coherente de ondas, tanto en superposición constructiva como destructiva) crearía hologramas de información los cuales definirían la estructura espacial, un modelo según el cual se construye el organismo. Estas emisiones electromagnéticas mediante la interferencia de ondas crearían una red de interconexión que informaría a la multitud de células de forma casi instantánea. En esta red de interconexión global, el entorno electromagnético natural es esencial para la salud del organismo; estaríamos hablando de la resonancia Schumann de la Tierra, así como del campo geomagnético.

Según Gariaev, las moléculas de ADN y también las proteínas, son antenas electromagnéticas dependientes del exterior, y tal como nos aseguró Gariaev[1] (fallecido en noviembre de 2020), el entorno electromagnético externo es absolutamente indispensable para nosotros. Nuestro aparato genético construye el organismo con la ayuda de ondas electromagnéticas y acústicas de diferente longitud de onda, y lo importante aquí es que no solo las recibe del exterior, sino que las genera él mismo.

Así pues, existen dos “formas” del ADN: una estructura molecular (portador físico) y un campo electromagnético de la información que “cabalga” sobre este portador. Sabemos que hay partes del ADN que no codifican la información para llevar a cabo la síntesis de proteínas. Alrededor del 98 % del genoma humano es no codificante, lo cual representa una fracción ingente del ADN. El ADN no codificado está formado por secuencias que se pueden encontrar entre las propias cadenas de genes codificantes, pero también está incrustado entre las secuencias de genes, lo cual ayuda a separar unos de otros. Las funciones de dicho ADN son múltiples: regular los genes para saber dónde y cuándo se tienen que activar, hacer de manual de instrucciones para el empaquetamiento del ADN en los cromosomas, realizar funciones de desarrollo, etc. Sabemos que parte del ADN no codificante se transcribe en moléculas de ARN no codificantes, pero que son funcionales. Por ejemplo, tendríamos el caso de los telómeros, extremos de los cromosomas y regiones de ADN no codificante, pero que son necesarios para la correcta replicación del ADN, además de proveer la estabilidad estructural de los cromosomas (evitando que la doble hélice de ADN se desenrolle).

El ADN no codificante está involucrado en la actividad epigenética y en redes complejas de interacciones genéticas. Con todo ello, cada vez más se consideran importantes estos mecanismos epigenéticos que activan o inhiben ciertas instrucciones. Una señal del entorno (señal electromagnética por ejemplo) puede hacer de interruptor para activar los genes que codifican las proteínas. El ADN no codificante, pues, sería como un panel con un montón de interruptores, encendiendo o apagando los genes, de tal forma que estos sepan cuándo y dónde proceder a la producción necesaria de las proteínas para la célula.

Para Gariaev y su equipo, la emisión vibracional del ADN es crucial. El ADN emite ondas acústicas (vibraciones mecánicas elásticas) y electromagnéticas. También el agua (estructurada) es un medio idóneo para transmitir estas señales. En otra ocasión ya hablé del agua estructurada biológica, como captador y emisor de señales esenciales en el metabolismo (mírese las aportaciones del científico Gerald Pollack). Como he dicho, la radiación del ADN es extremadamente coherente y genera hologramas de información. Así como un holograma codifica una imagen en 3D, el bioholograma codifica y proyecta la “huella digital” del ser humano. Incluso Gariaev había utilizado luz proveniente de ADN de muestras de células sanas para irradiar células enfermas o semillas muertas, consiguiendo regenerar tejidos. Profundizando un poco más, la información que se distribuiría al instante a lo largo del organismo tendría lugar mediante el entrelazamiento cuántico entre las polarizaciones de los vectores electromagnéticos emitidos (biofotones). Y como tal, la información se transmite de forma no-local (al instante). Teniendo en cuenta que el ADN es transmisor y receptor de radiación electromagnética y acústica, el ADN se puede reprogramar mediante el lenguaje, la voz, incluso con el pensamiento.

Hay que destacar otra investigadora también rusa, Irene Caesar, creadora de la tecnología Wave-Pharmaceuticals y Quantum Biocomputing, presidente y fundadora de WaveGenome.

Un poco en la línea de Gariaev, pero con algunas diferencias, ha desarrollado una tecnología (the Wave Holographic matrix) utilizando la creación de un holograma ondulatorio con láser (laser polarized holography). Este haz láser trabaja sobre la polarización de los fotones que cambian su estado de spin, siendo capaz de crear una onda matriz holográfica a partir de una imagen de una persona, por ejemplo, tal como sería una foto. Irene Caesar dice textualmente:

El instituto de investigación científico ruso para la Seguridad Nacional posee tecnología avanzada y equipamiento para diagnosticar enfermedades testando la matriz ondulatoria del paciente. Después de que la matriz de onda personal es grabada, es posible sintonizar la matriz ondulatoria de la persona a partir de su foto. Hay incluso grupos científicos en Rusia que producen células digitales o matrices ondulatorias universales de células, sintonizadas según ciertos estándares, y luego transmitidas con un remarcable éxito en la sanación (mirar ref. en wavegenome.com). Irene concluye que utilizando como base una fotografía de la infancia de cualquier persona es el mejor método, porque representaría en principio un estado óptimo de salud y menos adulterado. Y además he aquí una información crucial:

El instituto de investigación científico ruso para la Seguridad Nacional tiene la tecnología para detectar enfermedades y malfuncionamiento en la matriz ondulatoria y corregirla. Todos los servicios están patentados, certificados y con licencia, y administrados por especialistas médicos altamente especializados, la mayoría son médicos bien conocidos en Rusia.

En definitiva, todo ello nos conduce hacia una forma totalmente nueva de sanación, y que no es de ningún modo reciente, ya que en la década de los años 80-90 ya existía esta tecnología. Me pregunto por qué no está implementada de forma generalizada. Personalmente creo que sería una forma complementaria excelente a la medicina convencional, no exclusiva, ya que trabajando en tándem se obtendrían mejores resultados. Sin duda.

Mientras, y aunque no dispongamos de esta tecnología, podemos enfocar nuestros pensamientos, con la fuerza de la intención, o con palabras, música (otro día os hablaré de ello) dirigiéndonos a nuestro ADN, y construir por decirlo de alguna manera un “holograma mental” de salud, vitalidad, equilibrio, sanación y regeneración. Porque según el científico Vladimir Poponin, el ADN crea una especie de agujero de gusano microscópico a través del cual se comunica con el Campo de Punto Cero accediendo a toda la información codificada en este campo, y transmitirla a la conciencia. El ADN puede captar estos bits de información de salud originales y transmitirlos por no-localidad cuántica a todo el organismo.

©Teresa Versyp, febrero 2025

 

[1] En 2016 traduje al español un documental sobre las investigaciones de Peter Gariaev en una cadena de televisión rusa. Aquí está el enlace: https://www.youtube.com/watch?v=dS_zLLDHaOw

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