Un fascinante hilo conductor a través del espacio-tiempo

Las enseñanzas de Thoth, El Libro del Equilibrio y la Armonía, y la moderna Teoría Cuántica

    El pasado día 9 de febrero en el curso de la Física Cuántica a la Conciencia hice con mis alumnos una lectura conjunta de tres textos escritos en épocas bien distintas en la historia de la humanidad, así como en diferentes puntos de la geografía mundial: un texto de “El Kybalión” atribuido a las enseñanzas del dios egipcio Thoth, un extracto de las “Sentencias” del Libro del Equilibrio y la Armonía, recopilado por Li Daoqun, heredero de Tao Te Ching, I Ching y Zhuangzi (Chuang Tse), filósofo taoísta,  y un fragmento del libro “El Yo Cuántico” de Danah Zohar.

    Los tres presentan un denominador común: en esencia somos energía, somos vibración, somos onda, además de tener forma (un cuerpo) y estar constituidos por minúsculas partículas.

Hermes, Dyehuty, Thoth

Hermes, Dyehuty, Thoth

En esta visión histórica,  parto de Thoth, en egipcio Djehuty, deidad lunar, dios de la sabiduría, la escritura y la magia. Patrón de los escribas, las artes y las ciencias, era el escriba celestial del Libro de la Vida, donde anotaba los pensamientos, las palabras y los actos de los hombres en la ceremonia del Juicio del difunto. Los griegos lo identificaron como Hermes, conocido también como Hermes Trismegisto, el tres veces grande, y del cual emanaron las leyes herméticas.

    Los registros de Thoth retroceden hasta los tiempos míticos de la misteriosa tierra de Khemt. En el Mito de la Creación según la Cosmogonía de Hermópolis del huevo primordial surge la divinidad creadora que a su vez crea el mundo. Egipto era gobernado por dioses primigenios (en diferentes versiones según el territorio), era cuna de grandes saberes y misterios que fueron diseminándose por todo el globo, aunque no siempre se tiene en cuenta este gran despliegue del Antiguo Egipto. Algunos eruditos en el tema consideran que flotas navales egipcias (naves hechas de papiro)  llegaron hasta la misma Polinesia, como se puede deducir por algunos paralelismos lingüísticos, tales como los términos Ra (sol, fuente de energía vital, término común en toda la Polinesia) o Aku-Aku en pascuense y Akh en egipcio antiguo (espíritu iluminado).

    Grandes conocimientos custodiados en la magna biblioteca de Alejandría se perdieron debido a su posterior destrucción, no obstante, podemos leer estos poderosos saberes herméticos en fragmentos que han sobrevivido a lo largo de algunos milenios. En el Kybalión podemos leer:

   “Nada está inmóvil, todo se mueve, todo vibra”  Todo está en movimiento y tiene una frecuencia de vibración. –Según la física cuántica esto es absolutamente cierto, ya que sabemos que toda partícula en movimiento tiene una longitud de onda asociada y una frecuencia de vibración, según la relación de De Broglie. Además, toda partícula subatómica está en movimiento continuo, incluso si dirigimos nuestra mirada al mar fluctuante de partículas virtuales del Campo de Punto Cero, hay un baile frenético de estos diminutos seres que poblan el éter. Ahí entrarían en juego las diferentes frecuencias de vibración, responsables de que en una porción pequeñísima de este éter cuántico haya una densidad energética muy notable.

    Sabemos que la materia puede crearse de la propia luz que disminuye su frecuencia de vibración, hecho comprobado en 1932 por el experimento de Carl Anderson, en el cual atrapando un fotón de luz gamma y haciéndolo pasar por una cámara de hidrógeno líquido “se convierte” literalmente en un par de partículas (electrón y su antipartícula, el positrón). Al transferir energía a los núcleos de hidrógeno de la cámara, pierde energía, disminuyendo su frecuencia. En este sentido la materia se puede considerar luz densa.

    A Salvador Dalí le apasionaban estos procesos a nivel subatómico y a través de algunos lienzos plasmaba este dinamismo mágico de creación y destrucción de la materia, imaginándose los átomos como grumos de materia-energía flotando por el espacio. El autor del Tao de la Física, Fritjof Capra, comparaba estos “vaivenes cuánticos” con la Danza de Shiva, que simboliza el eterno ritmo de vida de creación y destrucción, de muerte y renacimiento.

     Dirigiéndonos ahora hacia la Antigua China, en las Sentencias del Libro del Equilibrio y la Armonía se dicta:

   “Todos los seres son una forma y una energía. Forma y energía son espíritu. Espíritu es apertura total.”

    Según las leyes herméticas, el espíritu es el estado de máxima vibración. A medida que va disminuyendo la frecuencia, lo sutil se vuelve denso, la energía se condensa en materia. El proceso de sabiduría interior consistiría en sumergir el espíritu en la mente y reunir la energía en el cuerpo. Sería aumentar el estado de vibración, estar en calma y en apertura total, fluyendo con los ritmos del universo y de la vida. Transmutar  la materia en luz. Esto es realmente una poderosa alquimia interior.

    Según la fórmula de Einstein de equivalencia materia-energía, si somos capaces de crear energía por fisión del átomo, ¿no podríamos crear más luz coherente en nuestro cuerpo simplemente ordenando adecuadamente nuestra química interna con un pensamiento positivo y una buena predisposición? Se sabe que las células poseen un campo de luz coherente, el campo biofotónico, responsable de la mitosis y comunicación celular.

    Mecanismos biológicos tales como la fotosíntesis, los procesos neuronales, reacciones enzimáticas, etc. comparten características cuánticas. Cada vez más salen a la luz artículos de investigación en esta línea. Tal como dice Danah Zohar en El Yo Cuántico nuestra conciencia es la relación entre partículas elementales escritas en grande, la conciencia es un fenómeno de onda cuántica. Mente y Cuerpo serían reflejo de la dualidad onda-partícula que caracteriza todo ente cuántico. Dentro de nuestro cerebro tienen lugar procesos de coherencia cuántica, que dan lugar a la existencia de múltiples estados a la vez, así como la interconectividad instantánea en amplias regiones del cerebro. Y tan solo esto es la punta del iceberg.

    Hay una profunda sabiduría esparcida a lo largo de la historia y de la geografía terrestre, a veces hundiendo sus raíces en tiempos míticos, casi olvidados pero recuperados gracias a algún fragmento o rollo de papiro, otros que permanecen en la profunda memoria de los ancestros, u otros que son recuperados a menudo gracias a una chispa de intuición del científico por descubrir los misterios de la propia existencia.

    Según Zhuangzi hay que fundirse con la Ley de la unidad universal, pues el universo es la unidad de todas las cosas y quien alcanza esta unidad y se identifica con ella posee una paz interior imperturbable.

Teresa Versyp – feb’13

Print Friendly, PDF & Email